5.6.11

Hormonas que juegan malas pasadas.

  
Fui escuchando, medio cantando y un poco bailando ésta, mientras caminaba hacia Chapultepec, estaba oscureciendo pero ya casi llegaba. Dentro del lugar, estuve intercambiando palabras con un sujeto, le conté que había ese día había visto Zeigeist, el me contó que le gustaba tomar fotos.

Bailé un rato al compás de unos ritmos ochenteros que me hicieron muy feliz, pero que más tarde me aburrieron. Llegaron otros, hicimos reír al taxista y entramos a un lugar en una ubicación sospechosa, pero le dimos una oportunidad. Luego fue demasiado tarde, entre remixes de Paulina Rubio y luces neón me descubrí un poco harta del ambiente, así que me fui al baño.

Había unas señoritas polveandose el rostro, una estaba rasurandose la barba, dejó pelos en el lavabo. La dama siguió embelleciendose mientras unos cholos sin camisa la contemplaban en el umbral, sorprendidos por su belleza. Una pareja empezó a frotarse la pelvis a mi lado, así que decidí regalarles un poco de privacidad y regresé a la pista, pero estaba lejos de querer bailar.

Después noté la falta de un par de billetes en mi bolsa, y convencí al resto de regresar a casa. Fue una noche un poco desagradable, estaba irritada, en mi cabecilla se me juntó todo y lo demostré plenamente llorando por teléfono, ahora temo un poco de que él crea que soy una llorona sin remedio (sólo a veces, lo juro).

Ultimamente me siento como una quinceañera sensible, también tengo el mal presagio de que la adolescencia me llegó un poco tarde.