Me gusta pedalear.
Pedalear con audifonos en las orejas, pedaleando siempre, pedaleando de día y también de noche.
A veces lo hago tanto tiempo que ya no siento las piernas, y entonces imagino que mi bicicleta va sobre una montaña empinada...
Pero no. La bicicleta no va sobre montañas empinadas, ni sobre calles; me regalaron una bicicleta fija, así que sólo va sobre los mosaicos de mi sala.
Hoy la quiero usar frente a mi ventana y sentir el aire en la cara...